viernes, 7 de enero de 2011

Un ángel con las alas desplegadas


En aquella casa en la que había vivido practicamente toda su vida, aquella casa en la que si las paredes hablasen incluso llorarían, aquella casa que había aportado tantas alegrías y tantos ratos buenos que le hacían olvidar los malos momentos. Ella, seguía en aquella casa sin saber muy bien que hacía allí. Así que un día decidió salir al exterior, pero no tenía valor. Había pasado tanto tiempo encerrada entre barrotes de cristal que tenía la sensación de que si rompía aquellos frágiles y transparentes barrotes, le caerían encima de su cuerpo y le partirían en dos. Al otro lado de los barrotes había un ángel que le decía que debía ser valiente, que debía salir y tomar el sol. Aquel ángel, era precioso en su interior y tenía algo excepcional. La chica, no sabía muy bien que era pero cuando conseguía tener un poco de libertad se escapaba para hablar con su ángel separados por los dichosos barrotes. Hablaban en el mismo idioma, se comunicaban a la perfección y además parecía que estaban conectados por algo muy grande. Sus almas eran gemelas, muy similares. Les gustaba la misma música, hacer las mismas cosas, pensaban lo mismo de la vida. Cuando la libertad no lo permitía, y había pasado un tiempo, el ángel y la chica estaban incluso comunicados en sus interiores. A veces, simplemente cerraban sus ojos y hablaban en voz alta. Sabían mutuamente, que ambos se estaban escuchando, que estaban pensando lo mismo el uno del otro.. ¿Qué estará haciendo ahora mismo? - Se preguntaba ella, y ella misma se contestaba. - Seguro que esta durmiendo, pero pendiente de mi por si suena la campana tintineando. ¿Cómo estará?. - Se preguntaba el ángel, y él mismo se respondía.- Seguro que no está bien del todo, pero la campana no ha sonado!, entonces seguía durmiendo pero no tranquilo del todo.
Cuando ella, tintineaba la campana a los pocos minutos el ángel estaba allí detrás de los barrotes para ver que necesitaba. Se convirtió en una necesidad para él. Ella sin embargo, se sentía mal si hacía sonar demasiado la campana porque aunque realmente necesitaba al ángel, no era justo ser egoísta ya que no podría retenerlo para ella sola. Aquel ángel, necesitaba también tener la libertad de volar tranquilo por el cielo. Ocupándose de sus cosas, de sus propias necesidades.
Un día, después de volver a hacer sonar el tintineo de la campana, el ángel no apareció. Ella se sintió muy triste, desolada y hundida. ¿Realmente lo necesitaba tanto?, - Se preguntaba en su interior. Fueron pasando días, meses incluso pero el ángel había echado a volar por otros cielos. La chica cayó enferma, en una de las enfermedades más terribles y dolorosas que jamás nadie pueda imaginar. Le dolía el cuerpo, el alma y la mente. Incluso habían días que no se podía levantar de la cama. De repente, oyó el tintineo de la campana. Como pudo se puso en pie y llegó hasta el jardín y donde se levantaban aquellos dichosos barrotes. Allí estaba su ángel, precioso como siempre. Estuvieron conversando durante horas, aunque la muchacha no tenía fuerzas ni para mantenerse en pie. Antes de marcharse, el ángel le dijo unas palabras que se le grabaron en su alma por siempre. - Sé valiente, sé tu misma y aunque yo tenga que hacer otras cosas porque el destino así me lo depara, siempre estaré observandote, cuidándote, mirando que estés bien. Yo estaré a tu lado siempre, aunque no me puedas ver.
La chica quedó con el corazón helado, había pasado del calor más intenso en su interior al frió más extremo en pocos segundos.
El ángel se marchó con lágrimas en los ojos, ya que le habían destinado a salvar a otras almas.
La muchacha cayó desplomada al suelo, al verlo marchar. El amo que la retenía en aquel lugar salió al jardín y la encontró practicamente congelada. Sin ninguna clase de piedad, ni de empatía, ni de ganas de ayudarla. Abrió los barrotes y la dejó allí tirada en el suelo. Cuando la chica volvió en sí, descubrió que estaba al otro lado y por un lado tenía miedo pero por otro el olor del mundo exterior le hacía sentirse bien. Entonces, recordó las últimas palabras del ángel y echo a andar. Buscó el mejor camino que encontró, y desde entonces los pasos que da son marcados por el ritmo que ella decide. Sabe que necesita ver a su ángel, qué le encantaría que se vieran a diario, que disfruta de su compañía. Entonces, simplemente recuerda y ama a aquel ángel porque sabe que fue él quien la salvó y solo con la salvación y protección de las almas los ángeles consiguen desplegar sus alas..
Hanna




















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