jueves, 4 de agosto de 2011

Lees lo que entiendes o entiendes lo que lees?


" No hay ninguna lectura peligrosa. El mal no entra nunca por la inteligencia, cuando el corazón del lector está sano. Jacinto Benavente"



Llevaba varios dias en la cuerda floja, encerrada en una habitación. Tirada en un gran camastro con sábanas de seda que le hacían sentir que estaba entre nubes. Dificilmente conseguía abrir los ojos. Las drogas que había tomado no habían sido suficientes para mandarla al mundo de Lucifer, pero si la habían atontado por unos días. Sus músculos estaban tan relajados que aunque viniesen con una de estas máquinas de tortura de siglos atrás, no sentiría absolutamente nada. Las articulaciones estaban tan débiles que si intentaba levantarse de la cama, caería desplomada a tierra como un saco.
En su cabeza, sólo un pensamiento. Él...él...y otra vez él. No podía pensar en otra cosa, sólo en él. Cuando pudo recuperar algo de fuerzas, pensó como cometer su acción más atroz. Todavía su cuerpo no respondía a los estímulos de su mente para ponerse en pie. Entonces siguió planificando con alevosía como llegar hasta él. Quería que fuese suyo, quizás porque no debía serlo. Quería poner sus ardientes labios encima de él a toda costa. Quería que le dejase ese sabor amargo cuando casi se está marchando. Dios!!...lo deseaba tanto, que aquello le iba a volver loca.
Se levantó y decidida, caminó por el largo pasillo que le conduciría hasta él. Un pasillo estrecho, sobrio y lleno de puertas. No sabía exactamente cual de ellas le conducirian hacia él ; su locura, su deseo más ardiente, su fruto prohibido. Finalmente lo encontró. Se arrodilló y juntó su boca con la de él....por fin pudo disfrutar de su botellin de Cruzcampo.....



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